ÉL: ¿Quién eres?
ELLA: Soy tu esposa.
ÉL: Ah, sí, sí. Dime.
ELLA: ¿¡Que dónde estás, joder!? ¿Que
dónde estás?
ÉL: Estoy...
Pausa.
ELLA: ¿Hola?
ÉL: Hola.
ELLA: ¿Y bien?
ÉL: ¿Qué?
ELLA: Dime.
ÉL: No, dime tú. Me has llamado tú. Yo
sólo he cogido el teléfono y ni siquiera sé muy bien de qué estamos hablando.
ELLA: Mira, me da igual. Ya no me
importa nada y menos dónde estés. No tenía que haberme casado contigo. Eres un
tonto del culo sin remedio. Y mira que he conocido idiotas redomados a lo largo
de mi vida pero, seguramente, tú seas el más cabeza hueca de todos.
ÉL: Sí.
ELLA: ¿Sí?
ÉL: No lo sé. Perdona, es que no
estaba prestando mucha atención.
ELLA: ¡¡De verdad, es que eres tonto
perdido!! ¿Ves lo que te digo? Y así llevamos toda la vida aguantando chorradas
sólo porque en un momento nos creímos que éramos el uno para el otro, o yo lo
creí, por lo menos, aunque creo que tú también lo creías por cómo me mirabas, y
todo porque actuamos por el propio interés, nuestro propio interés, y quisimos
hacer una vida juntos y esas bobadas de pareja feliz para que, al final, todo
esto sea una mierda.
ÉL: ¿Por?
ELLA: Pero una mierda de colitis
ulcerosa, de las que salen a chorro y no puedes parar por mucha fuerza que
pongas en apretar el ano. De hecho, es una mierda tan resbaladiza que, aunque
cierres el ano con todas tus fuerzas, encuentra la forma de escurrirse entre
los pliegues de la piel y es incluso peor que si la dejases salir a su aire
porque, si aprietas, luego la mierda resbala por las nalgas y, al final, acabas
con el culo lleno de mierda. A esa mierda me refiero.
ÉL: No sé qué quieres decir.
ELLA: Ya, quizá tengas razón. Quizá yo
tampoco sé qué quiero decir. Quizá no seas el más estúpido. Quizá lo sea yo. Yo
fui la que dije “sí, quiero” y lo dije por mi propia voluntad. Yo fui la
gilipollas en ese momento que dije “sí, quiero” y nos casamos y no sé por qué,
porque me tenías en el asiento de atrás de tu taxi dormida por alguna razón.
ÉL: ¿En el taxi?
ELLA: Sí. Me tenías dormida, drogada,
amordazada, controlada, secuestrada, no lo sé. No lo sé. No puedo saberlo bien.
Tampoco he preguntado nunca. Pero estaba allí en el asiento de atrás.
ÉL: ¿Te acuerdas?
ELLA: Claro que me acuerdo, joder. Ojalá
no me acordase, pero me acuerdo. Me dijiste que me querías y que dejarías a tu
mujer por mí y eso a mí me pareció bien, no sé por qué, porque, bien pensado,
es una tontería.
ÉL: Estoy en el baño.
ELLA: ¿Qué?
ÉL: Que estoy en el baño.
ELLA: Ya, eso ya lo he oído. Pero digo
que ¿qué baño? ¿Que dónde?
ÉL: ¿Cómo dónde?
ELLA: ¿¡Que dónde!? Joder, hay cientos
de baños en toda la ciudad. Miles. Miles de baños en la ciudad. Si me apuras,
hay hasta millones de baños. Dos por vivienda en cada una de las viviendas de
la ciudad. Y digo dos por hacer una media más o menos precisa pero lo que de
verdad quiero decir es que hay millones de baños. Aunque la mayoría de ellos,
seguramente, sean privados y no creo que te hayas metido en un baño privado en
la vivienda de alguien. Seguramente estás en el baño de algún local público, lo
que ya reduce las opciones a unos miles o cientos de miles. Aún así siguen
siendo muchos, muchísimos baños. Así que, ¿en qué baño estás?
ÉL: Estoy en el baño. En nuestro baño.
Pausa.
ELLA: Ah.
Pausa.
ELLA (continuación): Pues yo
estoy en el pasillo.
ÉL: Vale.
Pausa.
ELLA: ¿Te has llevado tú al niño?
ÉL: ¿Qué niño?
ELLA: ¿Cómo que qué niño? ¡Nuestro niño!
Nuestro hijo.
ÉL: ¿Qué pasa?
ELLA: Es que no lo encuentro.
ÉL: Claro.
ELLA: Sólo te digo que si te estás
encargando de nuestro hijo porque tengo que ir a cagar.
ÉL: ¿Necesitas usar el baño?
ELLA: Sí, pero voy a otro baño.
ÉL: ¿A otro?
ELLA: Sí.
ÉL: ¿Por qué?
ELLA: Porque no me gusta este.
ÉL: Si quieres, salgo.
ELLA: No, no es eso. Es que no me gusta.
Da igual que estés dentro o no. Es que no me gusta.
ÉL: Lo podemos cambiar, si quieres.
ELLA: No es por “este” baño. O sea, que
no es que sea por cómo está “este” baño. Es por la orientación o la ventilación
o la percepción sonora del baño. Mira, te lo voy a decir porque es inútil
mantenerlo más en secreto. Las últimas semanas he estado yendo al baño del bar
de abajo. Es mucho más cómodo. Sí, creo que es la orientación. Me sienta bien
la orientación oeste para cagar, no me preguntes por qué. En cambio, nuestro
baño está mirando al sur y me siento como si alguien me estuviera
electrocutando los pezones con 150 voltios de potencia. Una carga pequeñita
pero que, continua, se hace insufrible.
ÉL: Creo que me voy a morir.
ELLA: ¿Ahora?
ÉL: No lo sé.
ELLA: ¿Pero te está pasando algo?
ÉL: No.
ELLA: ¿Entonces te vas a morir o no?
ÉL: Sí.
ELLA: ¿Qué te pasa?
ÉL: ¿A mí?
ELLA: Sí.
ÉL: Nada. Sólo estoy en el baño.
ELLA: No te vas a morir.
ÉL: Me he metido en el baño porque es
el único lugar de la casa que no tiene ventanas.
ELLA: ¿Tienes miedo?
ÉL: No he hecho nada en mi vida desde
que te conocí frente al Palacio de Cristal. Entonces creí que mi vida sólo
podía mejorar. Me enamoré, dejé mi trabajo y mi jefe se fue a vivir a Barbados,
cosa que no tiene ninguna importancia salvo la de que ahora ya no tengo a
nadie. Mi único amigo se fue al otro lado del mundo y no tengo forma de
localizarlo. Y ya ni siquiera te tengo a ti. Me gustaría tenerte, me gustaría
compartir algo contigo más allá del tiempo que pasamos frente al televisor por
las noches esperando que sea lo suficientemente tarde como para ir directos a
la cama fingiendo que ya estamos muy cansados y muy dormidos como para,
incluso, darnos las buenas noches.
ELLA: A ver, me da igual. Todo esto que
me cuentas me parece muy bien y creo que tiene todo el sentido del mundo pero,
en realidad, me da igual.
Pausa.
ELLA (continuación): ¿Estás
bien?
ÉL: La verdad, no.
ELLA: No te vas a morir.
ÉL: Bueno, no es por eso.
ELLA: En realidad sí te vas a morir,
pero no creo que sea ahora mismo. Quiero decir que morirás, eso es bastante
seguro, aunque, a menos que te estés asfixiando o cortando las venas ahí dentro
ahora mismo, no vas a morir.
Pausa.
ELLA: ¿Te estás cortando las venas?
ÉL: ¿Quieres que me corte las venas?
ELLA: No.
ÉL: Entonces no me estoy cortando las
venas.
ELLA: ¿Te estás asfixiando?
ÉL: No sé cómo responder a esa
pregunta.
ELLA: ¿¡Que si te estás asfixiando!? Es
una pregunta muy sencilla, la verdad. No sé qué complicación puedes ver. ¿Que
si te estás asfixiando?
Pausa.
ÉL: ¿Dices asfixia natural o
autoasfixia?
ELLA: Te lo voy a decir de golpe porque
así se dicen mejor las cosas. Una las dice mejor y se las quita de encima y el
que las recibe también las escucha de golpe sin estar pensando y torturándose
sobre qué será lo que vendrá después.
ÉL: El niño está aquí conmigo.
ELLA: ¿Qué?
ÉL: Que está aquí conmigo.
ELLA: ¿En el baño?
ÉL: En la bañera. Se ha tumbado y se
ha quedado dormido.
ELLA: ¿Con agua?
ÉL: ¿Cómo?
ELLA: ¿Que si tiene agua la bañera?
ÉL: Un poco.
ELLA: Pero no se ahoga ni nada por el
estilo, ¿no?
ÉL: No, no se ahoga. Por favor, no me
dejes.
Pausa.
ELLA: Llamaba para ver si estabas con el
niño porque yo no lo veía por ningún lado.
ÉL: Sí, está conmigo.
Pausa.
ÉL: ¿Hola?
ELLA: Sí, estoy aquí.
Pausa.
ÉL: ¿Hola?
Pausa.
ELLA: No te voy a volver a ver más.
Pausa.
ELLA (continuación): Y no es que
me vaya a Barbados y no te vaya a ver porque estarás a miles de kilómetros de
distancia y las probabilidades de que alguna vez nos encontremos serán remotas
y cercanas a cero pero, aún así, serán mayores que cero y, en el fondo de tu
alma, albergarás la posibilidad de volverme a ver. No, no es eso.
ÉL: ¿A dónde vas?
ELLA: Me voy a otra dimensión. Lo
siento, pero, cuando digo que no nos volveremos a ver, lo digo en serio. Va a
ser imposible que nos crucemos alguna vez más en lo que queda de nuestras
vidas. De hecho, lo raro va a ser que seguiré viviendo en esta casa. Viviré en
esta casa y dormiré en esta cama pero en otra dimensión. Andaremos los dos por
los mismos pasillos y dormiremos en la misma cama pero no nos cruzaremos nunca.
Pausa.
ELLA (continuación): ¿Te
molesta?
ÉL: Un poco.
ELLA: Si quieres, para acostumbrarte,
puedes pensar que, mientras dormimos, estamos los dos en el mismo lado de la
cama, porque, de hecho, puede ser cierto. ¿No te parece raro? Estamos los dos
en el mismo sitio, uno encima del otro, y no llegaremos nunca a sentirnos.
ÉL: ¿Y el niño?
ELLA: No te preocupes por él. Donde voy
hay otro niño. Él sí está.
ÉL: Ah, vale.
ELLA: Sólo quería asegurarme de que tú
te quedabas con este.
ÉL: Sí, está aquí.
Pausa.
ELLA: No te vas a quitar la vida, ¿no?
ÉL: ¿Por qué iba a hacer eso?
ELLA: Claro, sería tremendamente
irresponsable. Tienes que encargarte de este niño.
ÉL: Ah, es verdad. Se me había
olvidado el niño.
Pausa.
ELLA: Bueno...
ÉL: ¿Quieres cagar por última vez
aquí?
ELLA: Prefiero el otro baño.
ÉL: Ya, pero, a lo mejor, donde vas no
hay bar en la esquina.
Pausa.
ELLA: Puede ser.
ÉL: Si quieres, puedes entrar aquí.
Pausa.
ÉL (continuación): Te quiero.
ELLA: Ya... Yo también te quiero.
Se apaga la luz de
ELLA.
ÉL cuelga. Espera.
Nadie viene. Se apaga la luz de ÉL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario