—Ya le llamaremos.
miércoles, 5 de agosto de 2020
domingo, 19 de julio de 2020
In Excelsis Deo (microrrelato)
De tanto rezar ya sólo le quedaba quitarse la pasta lechosa de entre las muelas.
lunes, 1 de junio de 2020
La muerte de Marat
Luz en ELLA. ELLA llama por un teléfono móvil.ELLA: Hola. ¿Dónde estás?Luz en ÉL. ÉL habla por el teléfono móvil.ÉL: Hola. ¿Es muy urgente?ELLA: Depende.ÉL: ¿Depende?ELLA: Sí, no sé. ¿Dónde estás?ÉL: Bueno, aquí.ELLA: ¿Pero dónde es aquí?ÉL: ¿Qué hora es?ELLA: ¿Estabas dormido?ÉL: ¿Yo?ELLA: Sí.ÉL: ¿Por qué iba a estar dormido?ELLA: Has preguntado qué hora era.ÉL: ¿Y qué hora es?ELLA: ¿Te he despertado?ÉL: ¿A quién? ¿A mí?ELLA: ¡A ti! ¡Claro que a ti! ¡Estoy hablando contigo! ¿¡A quién iba a ser!? A ti.ÉL: Ah, no sé.ELLA: ¿No sabes qué?ÉL: No sé a quién iba a ser.ELLA: ¿¡Eres idiota o qué te pasa!? ¿Que dónde estás? ¿Que si estás dormido?ÉL: ¿Yo?ELLA: ¡Tú eres gilipollas! Mira que te lo digo siempre. Y yo tan contenta cuando me dijiste que estabas enamorado. Y, entonces, yo también me enamoré de ti. Pero era porque tenía algún tipo de limitación del afecto por parte de mi familia, tú lo tenías también de la tuya, creo que, en realidad, todos tenemos nuestros problemas y por eso nos enamoramos. Queremos estar con alguien para no estar solos y desamparados en el mundo, ¿sabes? Y muchos años después, te das cuenta de que te has casado con un anormal.ÉL: ¿Quién? ¿Yo?ELLA: Al final es porque preferimos esta farsa que estar completamente solos. Es así. Me dijiste que estabas enamorado de mí y yo creía que también te quería porque tú me querías.Pausa.
sábado, 11 de enero de 2020
Amor de padre
Las puertas son una pérdida de calidad de vida, pensaba Javier cuando salió el último cliente del estudio. El cliente quería una casa "normal", como la de sus padres, como la de sus amigos. Una casa tiene pasillos, una casa como las de toda la vida, ¿qué cojones es eso de una casa sin puertas?, había dicho. Y, encima, el zumo de piña que Javier había cogido hoy estaba amargo. Estupendo, ahora se me hinchará la tripa y me pasaré toda la tarde tirándome pedos, pensaba Javier. Y es que, al contrario que su familia, a Javier no le gustaba tirarse pedos, ni siquiera en privado.Menos mal que es viernes por la tarde, pensó. Ya no quedaba nadie en el estudio y Javier se reclinó en su silla modelo Verónica para ver cómo la luz bañaba el espacio con una melancolía especial. Treinta metros cuadrados con tres mesas, una salita de reuniones, un plotter y muchos, muchos libros de arquitectura. Al menos había conseguido eso.Su casa no estaba lejos, así que iba andando todos los días. Javier vivía en una urbanización de chalets pareados. Una promoción inmobiliaria de los noventa, con muchas puertas y muchos pasillos. Un horror arquitectónico del ladrillazo español. Cuando Dani se vaya, reformaré la casa, pensaba Javier día tras día cuando la veía asomarse al doblar la esquina, tiraré tabiques y lo haré todo diáfano. No habrá ninguna puerta. ¿Cómo voy a convencer a los clientes de que esa arquitectura es mejor, si no? Tengo que predicar con el ejemplo.Aunque a Dani le quedaban algunos años para irse de casa, y más como está el mercado, pensaba Javier. Sin embargo, Javier estaba convencido de que su hijo, que aún tenía quince años, no iba a ser uno de esos postadolescentes de treinta y tantos que todavía viven en casa de sus padres sin trabajo ni futuro. No, Dani se iba a comer el mundo. Era un chaval estupendo, responsable, aplicado, sensato y brillantemente inteligente, pero, sobre todo, era un buen tipo. Eso lo decía todo el mundo. Generoso sin esperar nada a cambio, sin esperar siquiera a que nadie le pida ser generoso.
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